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sábado, 27 de agosto de 2011

la herencia (a mi abuelo)

Al abuelo no le gustaba ver la televisión, prefería el periódico de la mañana que además incluía paseo y sol en la plaza san andrés. Y olor a churros que compraba para su hija. Desde que a la abuela le cortaron una pierna los dos se fueron a vivir a casa Pepi, su hija pequeña. El salón se convirtió en un loft de papeles tintados de grecas, con una cama grande para la abuela y una mesa para el abuelo.

Aquella noche su nuera llegó sofocada a casa:
- Encended la televisión. Ay madre otra vez los militares, no hay nadie por la calle.

Encendieron rápidamente la televisión, una enorme caja de madera en blanco y negro. Tras el fundido en negro aparecieron tanques por las calles de Madrid. No se escuchaba la voz del locutor, sólo alguna sirena de fondo. La visión de calles tomada por tanques dio paso a lo que parecía el congreso de los diputados donde un guardia civil intentaba pegar a un señor mayor.

El abuelo siguió mirando la televisión pero sus ojos no veían en blanco y negro. Su mente se llenó de colores nítidos y sonidos precisos. Una voz muda en su mente repetía fatigada: otra vez no.

El recuerdo dio paso a la realidad, y la realidad se presentó en forma de última oportunidad. Había llegado el momento de preparar los sobres. Pepi, su hija pequeña y sus hermanos mayores debían recibir su herencia.

Aquella noche fue larga. Pepi insistía en seguir viendo la televisión para saber que ocurría, y sobre todo, para intentar comprender que podría pasar en el futuro. El abuelo no veía la hora en que su hija apagara el televisor y se fuera a la cama.
- Padre, ha salido el rey. Todo se ha arreglado. Parece que no va a pasar nada.
- No te fíes hija. ¿Acaso tú sabes de qué bando es el rey?

Cuando Pepi salió del salón el abuelo sacó una caja metálica cerrada con llave. Ver el final le había convencido de que debía llenar los sobres, que debía dar una última alegría a sus hijos. A Pepi, su única hija, quien con tanta admiración le cuidaba. A José que intentaba ser feliz trabajando doce horas cada día. A Quico, ¿dónde estaría ahora?. A Alfonso, a quien Badajoz se le quedó pequeña.

- Hija, por si pasa algo que sepas que cuando falte, en la caja de metal hay cuatro sobres uno por hijo, no les he puesto nombre, son todos iguales.
- ¡Qué cosas tiene padre! No diga tonterías. Ande vaya a leer el periódico y tranquilicese que ya se acabó el escándalo.
- Tú recuerda lo que te he dicho - dijo el abuelo, con aquella voz que hacía comprender a Pepi que la cosa era muy importante.

El abuelo sobrevivió al 23-F, a la muerte de la abuela, sin embargo no pudo con el día de Navidad de 1981.
Después de llegar del cementerio Pepi le comentó a sus hermanos mayores la idea del abuelo, los sobres de la caja de metal.
- Serán los ahorros que tanto le gustaba ver crecer y tanto cuidaba - dijo seriamente uno de los hermanos ganándose la mirada de desprecio de Pepi.
Se sentaron al brasero a abrir los sobres. Allí estaban los cuatro, cada uno con su sobre en la mano.
- No parece dinero -dijo Pepi mirando a su hermano mayor que tan bien conocía el gusto del abuelo por los ahorros.

Pepi fue la primera en rasgar el sobre. Eran fotografías. Fotografías en color y en blanco y negro. Fotografías de los abuelos. Imágenes del pasado donde se veía a los abuelos bailar, brindar, acunar. Fotos de sonrisas jóvenes y sonrisas arrugadas. Tras la última fotografía había una nota. Una nota escrita con la letra escrupulosamente limpia del abuelo, que fue cartero y sabía lo importante que era escribir claro.
- Nos habéis hecho muy felices. Cuando penséis en mamá y en mí hacerlo sonriendo.

El silencio vistió el momento, las lágrimas daban paso a las sonrisas y éstas a las miradas cómplice entre los hermanos.
Allí estaba toda la familia, toda la familia sonriendo.


5 comentarios:

  1. Seguro que ese era el mayor deseo del abuelo, ver a todos sonriendo. Una historia preciosa :)

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  2. Creo firmemente que es la única herencia que hace felices a toda la familia y les hace permanecer unidos para siempre..., por ese recuerdo y esas risas.
    Me encanta que hayas vuelto.

    Besitos.

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  3. JO! que me vas a hacer llorar...esa si que es una bonita herencia,mejor que las cosas materiales..oleee por los abuelos..

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  4. el mejor regalo que puedes hacer a alguien es el de los buenos recuerdos, gracias por tu historia :)

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