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sábado, 8 de mayo de 2010

¿En dónde se escondía el virus?

¿En qué momento entró el virus en mi cuerpo?
¿Fue al beber el primer trago de mi caña? ¿Me estaba esperando en algunos de los besos que di para saludar a gente que hacía tiempo que no veía? ¿Me lo traje puesto del viña rock? (allí no habría reconocido un virus aunque se me hubiera presentado antes de empezar a viajar por mi sangre)
Podría seguir haciéndome preguntas y no llegaría a ninguna conclusión que me ayudara a saber cuando empecé a ser víctima de este virus que me tiene, y me da que me va a tener varios días, en la cama. Es más, casi prefiero no saber de que manera entró en mí porque igual lo hizo en algún momento que repito a menudo y no quiero dejar de saludar a amig@s, tomar cañas, compartir tapas, reírme, dar besos...
Yo no digo que no tengan que existir los virus, pero que avisen cuando van a llegar, así me da tiempo a vivir a saco hasta la hora en que caiga enfermo. Lo que no debería valer es que entre sin educación ninguna en mi cuerpo y me empiece a hacer sudar en un bar de tapas un viernes por la noche, haciendo que me empiece a sentir mal, que mis amig@s se preocupen, que hasta el camarero me diga:
¡ joder José, te voy a poner una menta poleo y te cubres los ojos con la bolsita¡
Son cabrones estos virus.
Y luego llega el doctor que es casi peor que el virus. Creo que me hizo más de mil preguntas para llegar a una conclusión brutal:
¡Es un virus¡
Estaba casi delirando pero conseguí oír esta palabra al doctor: mononucleosis. La enfermedad del beso. No, eso no. Que juegue conmigo cualquier virus, de cualquier color, forma o procedencia, pero la enfermedad del beso no. No es que estés enfermo es que encima tendré que dar explicaciones, y dos semanas seguidas dando explicaciones podría resultar tan agotador que no conseguiría recuperarme de este virus.
Menos mal que el médico se equivocó. Nada de enfermedad del beso, una GRIPE, eso sí una gripe con mayúsculas, del tamaño de un trailer, y mi cuerpo últimamente es un mini, algo que se va haciendo pequeñito por momentos.
Fue un extraño viaje el que hice el viernes noche. Salí para hacer una ruta por los bares del centro y acabé como si hubiera subido el Everest, sudado en mi cama, con un pinchazo en mi brazo, oliendo a medicamento y recibiendo masajes para que mis gemelos me dejaran descansar.
No siempre los viajes salen como uno pensaba, afortunadamente, porque casi siempre son mejor de lo que creía. Este también. No tiene ni idea este virus de la música y películas que voy a oír y ver gracias a él.
Al mal tiempo, buena cara. Y a mi la sonrisa, aunque sea pequeña y salada, ya no me la borra nadie.
Pd. Le dedico esta canción al virus que me ha invadido. Para que vea que el rencor no va conmigo.

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