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lunes, 24 de octubre de 2011

belleza recóndita

Madrid puede ser una ciudad insufrible, pero también es una ciudad que esconde belleza en los lugares más insospechados. Iba a coger el metro para acudir a la manifestación en favor de la Educación Pública (De tod@s, para tod@s) Esperaba en un banco del anden, respirando atmósfera de metro, observando a personas, que como yo, tenían cara de viajar en metro. Siete minutos quedaban para que llegara el próximo tren. En ese momento hizo su aparición un joven con aspecto de estar siendo devorado por las drogas. Él y yo éramos las únicas personas en nuestro lado del andén. Se sentó a mi lado, dejó varias bolsas en el suelo. De una de ellas sacó una granada que comenzó a pelar con gran esfuerzo. Me miró descojonado de la risa y me dijo:
- ¿Te apetece?
- Tienes azúcar para ponerle por encima. De pequeño mi madre siempre me ponía azúcar sobre las pepitas de granada.
- ¡Qué cabrón! JaJaJa. Empezó a menear la cabeza y reir sin parar.
- Esta vez la tomaré sin azúcar.
Me dió una parte de la granada. Allí estábamos los dos comiendo granada bajo tierra.
Cuando quedaban tres minutos para que llegara nuestro tren se oyó una voz desde el otro lado de la vía
- ¡Poli! ¡Poli!
Era una mujer mayor, de unos setenta años.
- ¿Te llamas Poli?, le dije
- ¿Cómo lo sabes?
- No te ralles, es que allí hay una señora que te está llamando.
Levantó sus ojos extrañado de que alguien se acordara de él. Dejó caer la granada y empezó a tirar besos a aquella mujer de pelo blanco y vestido elegante gritándole ¡guapa! ¡guapa!
De repente, como si una fuerza de la naturaleza lo hubiera atrapado, desapareció por la boca de salida del metro hacia el otro andén. Para entonces el luminoso indicaba que el próximo tren aparecería inmediatamente.
Entré en el vagón. Miré hacia la boca de entrada del otro andén y vi aparecer a Poli como si fuera un atleta olímpico que acaba de ganar el oro. Se fundió en un abrazo con aquella mujer que nunca sabré quién es: su madre, su abuela, su vecina, su antigua profesora...

Mientras, a mi espalda, un empleado del metro barría la granada compartida y la depositaba en un papelera.

3 comentarios:

  1. Esta historia, Prometeo, tiene muchas interpretaciones.
    Mi hijo mayor también fue a la manifestación, pero hay una pequeña trampa, el sindicato convocante puso un autobús gratis desde Murcia... (que todo hay que decirlo en aras de la verdad).
    Saludos.

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  2. Dyhego...estoy contigo, hay que decirlo todo...yo no entiendo que pintaban los jefes sindicales en la cabeza de la manifestación, ni porque Pastora Vega leyó un manifiesto (por cierto, cuando llegué al lugar donde se realizó no quedaba ni el escenario, imagina la gente que había)...lo que da vergüenza ajena es estar en un instituto donde no se puede dar refuerzo, ni apoyo, ni se puede abrir la biblioteca, etc...ahora que he empezado otra vez aquí, veo que la realidad supera la ficción...
    Un abrazo Dyhego

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