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lunes, 23 de enero de 2012

Gestos

El metro se ha convertido en mi tercera casa en los últimos meses. Cuando venía de fin de semana a Madrid para ver un concierto o una obra de teatro observaba los rostros de las personas que utilizan el metro con la curiosidad que sólo pueden mirar dos pupilas de provincia. Hoy, convertido en uno de los rostros observables por las pupilas provincianas, es más difícil que los  pequeños gestos llamen mi atención, sobre todo, porque ahora también utilizo el metro para prolongar el sueño, leer o simplemente pensar distraídamente.

Sin embargo, de vez en cuando aparecen gestos que siguen pareciéndome de una belleza casi indescriptible. Una tarde cualquiera de enero, regresando a casa, vi como un dedo acariciaba una mano abierta. El dedo pertenecía a un treintañero, la mano a una madre entrada en los sesenta. Él mimaba la mano de su madre, ella tenía una mirada tranquila. Con el pasar de las estaciones los párpados de la madre comenzaron a caer. Eran unos ojos cansados, unos ojos de trazo grueso y duro. Sus manos parecían realizadas en pizarra. Mientras la madre alcanzaba el sueño el  hijo seguía dibujando líneas infinitas sobre su madre, líneas de paz, líneas protectoras, líneas de amor. 


El metro llegó a mi parada y  bajé. Salí del vagón con la sensación de haber recibido un regalo inesperado. Un regalo que me hizo acordarme de mi madre y sus dedos rosados, de mi padre rellenando crucigramas y del calor del pequeño comedor donde ellos pasan sus días deseando que aparezca su nieto para que roce con sus dedos infantiles sus viejas manos de vendedores de prensa jubilados.

3 comentarios:

  1. Estoy seguro que estan deseando que aparezca la mano de un nieto, pero y la tuya? probaste a acariciar las manos de tus padres? a mi se me hacía muy dificil. Porque nos enseñaran a ocultar los sentimientos?

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  2. Menalcas...tendras mis caricias en cuanto pueda recorrer los kilometros que nos separan. Te doy la razón ¿Por qué ocultar los sentimientos?

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  3. Saber mirar como tú, es todo un arte.
    Saludos, Prometeo.

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