Seguidores

lunes, 23 de abril de 2012

kafka en mí


Hoy me levanté a las seis. Si vives en Madrid y entras a primera hora tienes que levantarte dos horas y media ante de entrar al instituto para ducharte, sentarte en un vagón, cambiar el vagón por el asiento del autobús y llegar a Majadahonda como una rosa después de haber leído, oído canciones o simplemente compartir momentos con alguna compañera.

Pero hoy tuve un despertar sorprendente. Durante los dos pasos que separan mi cama de la ducha perdí una oreja. Al ver mi oreja sobre el colchón mi mano derecha fue instintivamente a buscarla en mi cabeza, pero sólo tocaba cabello. La puse en mi mano y podía sentir como latía mi oreja sobre la palma. De repente me di cuenta que no sentía dolor alguno. Nada me dolía, ni la cabeza, ni la oreja izquierda, nada. ¿Pero cómo se había separado la oreja de mi cuerpo? No pude evitar acercar la mirada a mi oreja cartilaginosa, elíptica. En ese momento sentí el vacío en mi cuenca ocular izquierda. ¡Ahora mi ojo izquierdo acompañaba a mi oreja derecha sobre mi mano!

-¡Qué pasa aquí! ¡Socorro!

Estaba desquiciado, desconcertado, pero no sentía dolor. No podía gritar de dolor pero sí de sorpresa y rabia.

- ¡Por qué a mí!

Decidí respirar profundamente y actuar como si nada de lo que estaba viviendo fuera real. Me encaminé hacia la ducha. Disfruté lo máximo posible del agua caliente aunque no podía evitar que entrara por la cuenca de mi ojo izquierdo.
El golpe de realidad llegó al salir. Mi pie derecho se quedó en el interior de la ducha cuando mi cuerpo salía. Allí estaba mi pie derecho sobre el fondo blanco de porcelana recibiendo las últimas gotas de agua que caían de la alcachofa colgada de la pared.
Mirarme al espejo me convertía en el reflejo picasiano de una persona. Pero ¿Por qué no sentía dolor?
Se me estaba haciendo tarde. Eran las siete y eso significaba que empezaba la cuenta atrás. ¿Qué hacer? Salir corriendo, llamar a una ambulancia. ¿Qué le podía decir a la doctora cuándo me preguntara como habían ocurrido estas desgraciadas amputaciones?
No lo dudé, cogí mi netbook, el libro de Goytisolo  y salí corriendo hacia la calle, dirección al metro. Corría sin mirar a nadie, aunque no sé si no veía gente por mi cojera veloz o porque no podía ver por uno de los ojos. Lo sorprendente es que tampoco me preocupaba si alguien me miraba. Al fin llegué al metro. No pude sentarme, pero al menos tuve espacio para sostenerme a pata coja agarrado a una barra fijada en el techo. Al llegar a mi destino salí corriendo del vagón a toda velocidad. Sólo al mirar hacia atrás y ver como se cerraban las puertas del vagón vi mi brazo izquierdo aún sostenido a la barra. De nuevo la pregunta golpeó mi cráneo ¿Qué hago? No tuve dudas salí corriendo en busca del autobús: sin un pie, con un ojo de menos, una oreja abandonada y un brazo que ahora colgaba cual péndulo antiguo en un vagón.

A pesar de todo alcancé a coger el autobús. Al fin un poco de relax. Por delante sólo treinta minutos de viaje tranquilo que  me permitan entender que me pasa. Escribo en mi agenda de trabajo: "Cuando llegue al instituto llamar a Metro Madrid para pedirles que guarden mi brazo para que pueda recogerlo esta tarde si es que aún sigue ahí"

Han pasado veintinueve minutos y ya veo el edificio del instituto al fondo de la avenida. Toco el timbre para solicitar parada y me arrastro hacia la puerta trasera de salida.

- ¿Qué hago reptando?

Mi culo se ha quedado pegado al asiento del autobús, sexo incluido. La puerta se abre ante mí. Una compañera baja conmigo las escaleras.

- Buenos días
- Buenos días
- ¿Qué pasa hoy? A mi me falta la oreja derecha, el ojo izquierdo, el pie derecho, el brazo izquierdo y ahora acabo de perder mi cuerpo de cintura para abajo. A ti te falta la nariz, los brazos sin codos y las piernas te bailan sin rodilla.
- No te has enterado. Han vuelto a recortar el presupuesto en educación.
- ¿Más recortes? Pronto tendremos que dejar de venir a trabajar.
- Eso nunca. El alumnado es lo primero. Aunque sólo quede de mí la boca podré seguir explicando el poder de la poesía de Alberti.

Alumnas que esperaban sentadas en la escalinata la apertura del instituto nos saludaron con simpatía, sin extrañeza.

Rafael Alberti-Paco Ibáñez
"A galopar"

5 comentarios:

  1. Prometeo:
    Sí que es agobiante el sueño, sí.
    Salu2.

    ResponderEliminar
  2. No es la primera vez que sueñas eso!!!!!

    ResponderEliminar
  3. Por mucho que se esfuerce la señora Aguirre, si no logra conseguir que nos sintamos comoo cucarachas... Tenemos una batalla ganada.

    ResponderEliminar
  4. Afortunadamente, gracias a gente como tú los recortes en educación no implican que se recorte la educación del alumno, el cual podrá seguir aprendiendo de la poesía y de tu prosa.

    ResponderEliminar
  5. Dyhego...lo tremendo es que no es un sueño...

    Anónimo...seguramente no será la primera ni la última...

    V...creo que venceremos esta guerra. Ojalá tengamos la fuerza de la cucaracha para resistir pérficos ataques radiactivos llegados desde Génova. Por cierto, de un barco procedente de Génova llegó la Peste Negra ¿Será casualidad que la sede del PP esté en la calle Génova?

    Anónimo...gracias por tus palabras. El alumnado de la pública puede estar tranquilo, está en muy buenas manos, manos trabajadoras y mentes incansables e invencibles...

    ResponderEliminar