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domingo, 18 de julio de 2010

Sildavia, nombre de mujer.

Sildavia sólo había dormido tres horas y por la mañana le esperaba un viaje a la playa. Su despertador debía sonar a las ocho y media, pero sus ojos decidieron abrirse a las seis y media. La luz del este fue iluminando la pared berenjena hasta que la línea solar resbaló desde su frente a la boca. Disfrutando de la luz con los ojos cerrados se deslizó desde la cama al pasillo para estirar su cuerpo en un pequeño paseo casero.
De un modo institivo, un gesto de sus dedos colocó la aguja sobre un viejo disco Jimi Hendrix. Purple Haze la fue sacando del duermevela, abriendo lentamente sus ojos sin terminar de mostrar sus pupilas.
Llegando a la puerta de un despacho de paredes verde pistacho se encontró con una amiga.
- ¿Qué haces despierta tan temprano? - preguntó Sildavia mostrando un bostezo en forma de o mayúscula.
- Me despertaron.
- A mi me sorprendió el sol. Buscar la brisa nocturna para dormir mejor tiene el inconveniente de que la luz te despierta a bocajarro. No me acostumbro a levantarme a bajar la persiana y volver a la cama. Soy tan vaga que ni siquiera me molesto en volver a la cama.
- Me alegro de haberte encontrado entre la música de Hendrix.
- Si, es curioso, siempre que nos encontramos hay música de fondo.
- Tengo que volver, no sé qué, pero algo tengo que hacer seguro.
- Un placer haberte encontrado, me alegraste el despertar... -Sildavia siguió hablando pero su amiga ya había desaparecido.
Sildavia recordó con pereza el viaje a la playa, pero pronto desapareció la desgana para sonreir al caer en la cuenta que volvería a ver el mar.
Dos horas y media después estaba con su último bikini y su vestido de playa más mono montada en un coche esperando a una pareja amiga: Abel y Juan. La noche anterior, entre mojito y mojito, quedó decidido en una curiosa apuesta que le tocaba a ella conducir. Fue un viaje divertido, interrumpido por una obligatoria parada en un obligatorio bar de carretera donde desayunar las obligadas tostadas de pan del país, costumbre obligada antes de llegar a la playa.
El día era perfecto, una brisa que no se notaba, el calor justo para tomar el sol plácidamente, y lo mejor, el agua no estaba congelada, se quedaba en fría, ideal para nadar y enredar con las olas.
Después del primer baño Abel tuvo una buena idea.
- Vamos a tomar una cervecita ¿no?
Juan y Sildavia no pusieron ninguna objeción. Seis coronitas y tres litros de tinto de verano después, compartidos, Sildavia sintió el cansancio acumulado por haberse acostado tarde y levantado antes de tiempo.
La conversación fue decayendo y Sildavia fue sintiéndose muy relajada en su toalla bajo un sol extrañamente tímido de mediados de julio. Sus párpados se vencieron mientras el mar reflejaba rayos de luz como si fuera una explosión de fuegos de artificio. Los reflejos de las pequeñas olas fueron tornando sus brillos en una figura humana difuminada aún. Sildavia se vio enfrentada a la imagen de una mujer de piel dorada. Miles de figuras femeninas se encaminaban hacia ella pero no llegaban hasta donde estaba tumbada. Sildavia dejó de mirar hacia todos lados y decidió fijar su atención en una única figura. Si, era ella, la amiga que apareció en su paseo casero mientras Hendrix retumbaba en el pasillo.
La mujer llegó desnuda hasta Sildavia. Las gotas de la mujer cayeron sobre el cuerpo al sol de Sildavia dibujando islas en su piel. La mujer tendió su mano y atrajo a Sildavia hacia ella. Ahora desapareció todo, la luz, el mar, la arena, el sonido de las olas, las personas, sólo existían cuatro pupilas enfrentadas que buscaban retener el momento. Las manos acariciando sus hombros fue el inicio de un beso imperfecto. Sus cuerpos se entrelazaron como serpientes de Mercurio.
Sildavia volvió a abrir los ojos. Tocó sus labios y entrecerró sus piernas al sentir una punzada en su estómago. Ahora era la luz del oeste la que la dejaba confundida. Unas huellas húmedas llegaban desde la orilla y se perdían tras Sildavia que ahora se daba cuenta de que tenía la cara empapada.

2 comentarios:

  1. Tu amiga silenciosa20 de julio de 2010, 0:50

    A quien no le gustaria ser Sildavia alguna vez.. para tener experiencias como la de ese beso humedo .. Prometeo .. sutil como siempre.. un beso

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  2. Esos son los efectos secundarios despues de tomar y tumbarse al sol en la playa.
    Bonita historia

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