Seguidores

jueves, 29 de julio de 2010

Tacones blancos, flores azules.


El camino de vuelta a casa lo hizo aturdida por el cava helado que sació el calor de un paseo de noche veraniego. Sentía cada paso, cada impresión que dejaban sus tacones en el asfalto. Se sentía feliz mirando el brillo de sus zapatos de tacón de un blanco deslumbrante.

Introdujo la llave en la cerradura de su buhardilla de un modo ritual, como si girar lentamente el frío metal fuera a permitirle descubrir un espacio desconocido tras la puerta. No fue así, al empujar la puerta apareció su perro Ulises para darle las buenas noches y lamer sus manos donde escribió "te he echado de menos".


Se dejó lamer un minuto y fue directa hacia su cama. Se quitó su vestido corto azul marino, dejó caer su tanga y decidió tumbarse en la cama con el capricho de no quitarse sus tacones. Dobló su almohada en dos y buscó un espejo en el techo donde verse reflejada y disfrutar de su desnudez y la belleza de sus tacones. Sus párpados cayeron en la búsqueda y la aislaron del mundo.


Infinitas gotas de sudor la desvelaron. Sentía cosquillas en sus rodillas, humedad en sus labios, su estómago se encogía, sus piernas se cerraban, sus manos serpenteaban por su cuerpo. Conocía aquella sensación, deseaba sexo, sexo salvaje. Salió de la cama notando el deseo y la confusión. Clavó sus tacones en el suelo, pero no sono a madera. Sus tacones se clavaron en hierba. Una esencia diferente llegó hasta ella. Cerró sus ojos y quiso sentarse en la cama a percibir aquella novedad, pero no había cama, su cuerpo fue a caer sobre un manto de flores azules.


Su desnudez la rociaba de una pureza renacentista. La noche había desaparecido y un sol suave iluminaba un campo azul. Decidió dejarse llevar y pasear por aquel extraño campo. Seguía sintiendo palpitar su cuerpo y necesitaba saciar su deseo. A los pocos pasos comenzaron a aparecer seres mitológicos y fabulosos. Efebos, divas, cuerpos apolíneos, diosas, diablas, todas ataviadas con sus mejores galas para ella. Ella se paraba delante de cada uno de ellos buscando con quien disfrutar del sexo más maravilloso que podía imaginar. Como en un baile ritual se fue creando un círculo alrededor de ella. Eligió a una escultural cantante para posar su primer beso. A partir de ese momento todo ocurrió muy lentamente. Se entregó a aquellos seres de forma desenfrenada, recogiendo placer de cada poro de su piel, sin reglas, sin caminos, sometiéndolos a sus deseos con su mirada, eligiendo cada postura caprichosamente. Aquella sexualidad desordenada y lasciva fue su particular camino hacia la luz del sol.


Agotados y consumidas aquellos seres fueron tomando caminos diferentes mientras ella se relajaba entre las flores azules frenando su respiración.


Ulises la despertó como cada mañana, tirando de las sabanas, haciendo cosquillas en sus rodillas y lamiendo sus pies, hasta hacerla abrir los ojos. El timbre de la puerta acabó con su estado de calma y la electrificó. Se levantó. Caminó descalza hasta la puerta. Abrió la puerta. No había nadie. Sólo sus tacones blancos manchados y una flor azul acuchillada en las agujas.






3 comentarios:

  1. Sensual donde los haya.
    Lastima que fuera un sueño... o no?
    Creo que volvere esta noche para releerlo y probar si es verdad eso de que se puede soñar con lo ultimo en lo que se piensa. Aunque probare con menos gente.

    Saludos señor Prometeo.

    ResponderEliminar
  2. qué intensidad! ulises no sería el perro aquel de ricky martin, no? coñas al margen, te ha quedado una descripción oníricosenxual fantástica. bien escrito!

    ResponderEliminar
  3. ¡Genial! Me quede maravillada y pensando que a mí los sueños así no me salen..., tendré que acostarme con tacones a ver si se me pega algo de este alucinante relato...

    Besitos

    ResponderEliminar