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domingo, 24 de junio de 2012

intemporal

Las grandes ciudades esconden sorpresas.

Una mañana de domingo decidimos dar un paseo prohibido hasta El Retiro, parque de paradójico nombre y  fotosíntesis bulliciosa. Los pasos que nos llevaban hasta el verde dejaron huella en el cemento del paso subterráneo. Al pisar la tierra marrón un eco de platillos iba conquistando nuestros oídos y nos dejamos llevar como si el mismísimo flautista del cuento nos hubiera hipnotizado. En lo alto del quiosco de música un barbudo medieval blandía la espada como lo habría hecho el mismísimo Barenboim. En ese momento tu mano rozó mi dedo y sentimos bajo nosotros la hierba fresca. 

Cerré los ojos mientras Trevor Jones se reencarnaba ante mí. Al abrirlos vi el pie de un señor mayor siguiendo el paso, el balanceo de una señora que apoyaba su espalda en un tronco, la sonrisa de una mujer entrecortada por su abanico, el paseo detenido de una pareja que paró su tiempo con un beso...

Cerré los ojos y al abrirlos estaba Renoir dibujando rostros de pinceladas inacabadas. Entonces me tropecé con tu rostro que miraba directamente al pintor. 

Y apareció mi sonrisa. Y con ella mi agradecimiento por el roce de tu mano que me hizo viajar en el tiempo.


Renoir. Baile del Moulin de la Galette



5 comentarios:

  1. Si es que el arte transporta.
    Salu2, Prometeo.

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  2. Dyhego...y Hopper convierte en pantallas de cine las paredes del Thyssen...

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  3. Despertar.
    Descubrir que estabas poniendo tus energías en sitio equivocado.
    Recogerlas.
    Resetear.
    Restart... en 3, 2, 1...
    Bailar...

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  4. Prometeo:
    ¡Mañana bien aprovechada!
    Salu2.

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