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sábado, 5 de junio de 2010

Cosiendo una historia con títulos de canciones.

Como pesaban aquellos tablones que compré para hacer la ventana. ¡Y qué calor! A quién se le ocurre tomar una decisión como esta en verano, con lo que me ha gustado a mi siempre el otoño y caminar sobre hojas marrones.
Creo que no falta nada: madera, clavos, martillo, pintura azul, cristales.
Aquí estoy, al borde de un acantilado, ciento catorce metros sobre un mar de agua cristalina y rocas, haciendo una ventana para saltar por ella.
Podría hacer lo mismo en la ciudad, pero allí todo es más gris. Además, vivo en un segundo. Pero, sobre todo, a la ciudad le falta poesía para hacer algo como lo que quiero hacer.
También podría haber elegido ese lugar que tú conoces, allí donde solíamos gritar, pero habría sido egoista por mi parte.
Sólo tardé once horas en construir la ventana. Incluso algunos turistas extranjeros me dieron algunas monedas pensando que era una atracción turística tipical spanish. Y una niña me trajo un helado.
Ya tengo mi ventana, mi mar y mi altura para dar el salto.
He decidido que saltaré justo cuando el sol esté dentro de la ventana. Ya sabéis por la justicia poética.
Mientras llega ese momento intento recordar porqué estoy aquí. Con tanto trabajo bajo el sol de verano casi se me había olvidado porqué he venido a este acantilado a saltar por una ventana. No estoy aquí por cuestiones de familia, me gusta mi familia. Creo que estoy por una especie de agotamiento, no sé, es como no tener ganas de nada aún teniendo ganas de todo. Es una sensación como cuando te deslizas por la nieve y sientes a la vez que está fría pero que quema y te hace una herida, incendios de nieve, que cantan por ahí.
El sol ya está casi entero enmarcado dentro la ventana, sólo quedan unos minutos. ¿Pero qué hace esa gente? ¿Por qué me miran todos? ¡¿Qué coño miráis?¡ Pero claro, son todos turistas extranjeros, no entienden nada. Parecen la Inquisición. ¿Sérán sus miradas la mirada de la gente que conspira?
- ¡Iros! ¡Dejadme en paz! ¡Paso de vuestras miradas como de las malas lenguas!
Menos mal que llegó el autobús que les devolvía al hotel. Salvado por la campana. ¿Qué turista cambiaría el buffet del hotel por ver a un blanquito saltar por una ventana al mar desde un acantilado?
Ahora sí, ahora todo está tranquilo, y el sol ya está dentro de la ventana. Es hora de prepararme para hacer lo que vine a hacer. Me pongo mi camiseta preferida, una vieja camiseta negra de 1999 y le doy la espalda a la ventana para coger unos metros de impulso.
Llegó el momento. Miro la ventana. Respiro hondo y me digo a mi mismo ¡Voy a romper las ventanas! En ese momento aparece a mi lado una chica vestida con un traje blanco que me dice:
- No empieces a correr hasta que yo diga ya ¿vale?
- ¿Quién eres?
- Recuerda, cuando diga ya, sino el salto no será válido.
- Pero que coño dices, no he venido aquí a jugar a ser olímpico, he venido a ...
- ¡Ya!
Joder, lo ha dicho de tal forma que he empezado a correr como si tuviera que ganar una medalla. Es lo mismo, aquí estoy, corriendo, sintiendo como cada músculo de mi cuerpo se esfuerza en llegar a la ventana y ...
-Miau
¿Miau? ¿Qué hace ese gato negro ahí en medio? ¿De dónde ha salido? ¿Será de la chica que me ha gritado ya?
Da igual, sigo corriendo mirando fijamente a la ventana.
- ¿Quieres una calada?
¿Y este ahora? Pero ¿de dónde salen tantos personajes? ¡Es mi puto salto!
- Bah, no te agobies. Españoles siempre deprisa, todo deprisa. En Marruecos decimos "prisa mata", pero vosotros españoles siempre deprisa. Toma una calada antes de saltar, te gustará, está hecho de la mezcla de algunas plantas, tu ya me entiendes.
- Vale le doy una calada, pero después desapareces y me dejas saltar.
- Como quieras.
Le di una calada a aquella mezcla y me salió una sonrisa de colores. No hay prisa, aún está el sol en el centro de la ventana.
Dos minutos después, habían desaparecido la chica, el gato y el marroquí, pero el sol estaba amenazando con salirse del marco. Así que me intenté espabilar despues de fumar aquellas plantas y volví a correr en dirección a la ventana. Ahora si, ahora me siento libre por fin, ahora soy ... no ¿Qué hace ese gordo vestido de director de circo delante de la ventana?
- ¿Es que piensas saltar así sin más?. Tengo que darte la orden, para eso soy el director.
- ¿El director de qué, gilipoyas?
- Si me insultas no te daré la orden para saltar. Vuelvete unos pasos hacia atrás y cuando te de la orden corres, yo levantaré el aro y tu pasarás por él antes de empezar a volar.
- La orden, ¿qué orden?
- Y tú fuiste al freak show de Búnbury que se hizo en un circo. ¿Cual va a ser? Alehoop
Haré caso al director sólo para que se calle y poder hacer lo que tanto deseo. Después de colocarse y dirigirse a su querido público, ¿qué público?, está fatal el pobre, grita: alehoop. Ahora si, corro como no recuerdo haberlo hecho nunca para evitar que aparezcan más personajes, salto, grito, paso por el aro, siento como algunos cristales rotos se incrustan en mi piel y por fin veo el mar y las rocas y... ¿por qué no sigo cayendo?
- ¿Qué crees que haces?
Un personaje vestido de blanco me sujetaba por la espalda y evitaba que mi caída fuera libre.
-Soy el Ectoplasta.
- ¡Suéltame! ¡Quiero llegar al agua y a las rocas!
- Anda ya.
- ¿Qué? Pero quien eres tú para tratarme como si fuera tu marioneta.
- Ya te lo he dicho, soy el ectoplasta. Yo controlo quien puede saltar y quien no desde mi acantilado.
- ¿Tu acantilado?
- Si, mi acantilado. Y he decidido que te mereces un segundo asalto.
- No quiero un segundo asalto.
- Aquí lo que tú quieras da igual. Te voy a dar una ostia y te voy a enviar donde creo que tendrías que estar ahora, en lugar de dando saltitos.
Sentí un golpe que hizo que me doliera mucho todo el cuerpo. Pero el golpe no había sido con las rocas como yo esperaba. Me desperté junto a una casa en ruina, sentado en la acera. Podía sentir la mirada de la gente, pero ahora la gente sonreía, bebía cerveza y cantaba canciones mientras una cola de personas se introducía lentamente en un local. Me puse a la cola y me dispuse a seguir a la gente.
Delante de mí había una chica de pelo rizado con una camiseta negra. Le llamé la atención poniendo mi mano en su espalda.
- Perdona, ¿para qué es la cola?
- Para el concierto, y a ver si se dan prisa en cortar las entradas porque vamos a pillar el concierto empezado.
La chica morena llevaba puesta una camiseta de el club de fans de john boy. ¿He llegado a un concierto de love of lesbian desde un salto por una ventana en un acantilado?
Me dejé llevar por la chica morena y me puse a su lado en el concierto, mientras en el escenario Santi cantaba...
" Hoy voy a hablaros del amante guisante, el hombre que montó un gran show por los aires"
¿Qué canción era? Se lo pregunté a la chica morena.
Ella me miró a los ojos, parecía como si se hubiera hecho el silencio.
- Te hiero mucho.

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