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jueves, 17 de junio de 2010

El dado

No era un día especialmente soleado para pasar la tarde en la playa, pero en la orilla del mar se estaba mejor que entre las cuatro paredes del salón de casa. Además, a su hijo le apetecía estrenar su nuevo bañador que se había comprado con tanta ilusión en los chinos (no hay nada que bob esponja, un gormiti, un personaje de código lyoko, spiderman o hello kitty no consigan si los sabes colocar en el escaparate de una tienda)
Mientras la madre conducía camino de la playa se fijó en que su hijo jugaba con un dado azul. Veía como lo manoseaba, como lo lanzaba al aire, como lo guardaba en el bolsillo de su bañador nuevo y lo volvía a sacar. ¿De dónde habrá sacado ese dado azul?
- Está el agua muy fría, no te vayas a meter, como mucho hasta las rodillas.
- No, hemos venido a estrenar el bañador, voy a meterme.
La madre no quería que su hijo se bañara porque eso significaba que ella también debería meterse y no soporta el agua fría.
- Está bien, te metes, estrenas tu bañador, mojas a todos los personajes que vienen dibujados en él y nos salimos.
- Vale.
El niño cogió carrerilla para meterse en el mar, momento en que a la madre le salió una sonrisa espontánea en su cara, sonrisa que se transformó en carcajada cuando vio como su hijo frenaba su veloz carrera en cuanto sus pies se mezclaron con la primera ola.
- ¡Está fría mamá! Otro día estrenamos el bañador ¿vale? Además si no hace sol no vale estrenar el bañador en la playa. ¿Dónde se ha visto una playa sin sol mamá?
Así son los niños. Ante esto sólo le quedó a su madre poner cara de alucinada y pensar que su hijo iba a ser realmente tan inteligente como alguna vez le había comentado su maestro. Inteligente e imaginativo, decía siempre el maestro.
La madre recordó en ese momento que su hijo sólo había cogido el dado azul para jugar. Eso le hizo pensar que o bien la tarde de playa iba a ser corta, porque regresarían en cuanto su hijo se aburriera y se pusiera pesado, o muy larga porque ella querría quedarse y su hijo no pararía hasta hacerla montar en el coche de vuelta a casa.
Sin embargo, reinó la tranquilidad. Ella sacó su mp3 y empezó a escuchar música, sintiendo la brisa del mar y disfrutando de los rayos del sol que se hacían hueco entre las nubes. Casi se olvidó incluso de que estaba con su hijo. Al recordarle, lo miró y observó como tiraba el dado una y otra vez a un agujero que había hecho en la arena. Estaba sorprendentemente callado lanzando el dado. Sin embargo, en la cara del niño se estaba empezando a formar una expresión extraña.
- Mamá ¿por qué siempre que tiro el dado saco uno? En el colegio me han dicho que para ganar hay que sacar seis, y yo no paso del uno. ¿Qué hago mal? ¿Cómo se tiene que tirar el dado para que salga seis?
- Como lo estás haciendo, no estás haciendo nada mal, a los dados se juega así, se lanza y se espera a ver que toca.
Su hijo pareció convencido. Ella regresó a su música y a las miradas a su hijo. Él siguió lanzando el dado, apretando incluso la lengua entre los dientes buscando el seis.
- ¡Mamá! - Esta vez si que asustó a su madre
- ¿Qué?
- Sólo saco unos. Soy un fracasado. - La expresión fracasado en la boca de su hijo de pocos años le hizo mucha gracia a la madre.
- ¿Soy un fracasado porque solo saco unos?
- Claro que no. Además el uno es un número tan chulo como el seis.
- Si claro. - Esta vez no había conseguido convencer a su hijo.
- Tú has seguido buscando el seis ¿no?
- Si, pero no me sale, solo saco uno.
- ¿Sabes por qué no has fracasado?
- ¿Por qué?
- Porque sólo habrías fracasado si te hubieras parado a mirar el dado. Si hubieras dudado de que el dado está bien hecho y tiene todos sus números, que no todas las caras son iguales. Mientras no te preocupe si el dado está bien o mal y sigas intentándolo no habrás fracasado. Fracasa el que se queda quieto y deja de confiar en el azar para quedarse tranquilo porque es capaz de responder a unas pocas preguntas. Mientras seas capaz de dejarte sorprender por el azar no habrás fracasado.
- ¿Qué? ¿Qué te pasa mamá? ¿Que es el azar? ¿Que le tengo que preguntar al dado para no fracasar?
Entre risas dijo la madre:
- Es verdad. Vaya rollo te he metido hijo. Pero prométeme una cosa.
- ¿Qué?
- Nunca dejes que te quiten la posibilidad de que el azar juegue contigo.
- Lo prometo.
El niño no sabía lo que había prometido, pero sabía que cuando su madre le hablaba así, con una mezcla de seriedad y tristeza, tenía que hacerle caso y después darle un beso y un abrazo.
Hoy, tengo treinta y cuatro años. El azar ha entrado en mi vida como lo hace el aire en mi habitación una noche de septiembre. Aún recuerdo ese día con mi madre en la playa. Recuerdo su cara, el beso, el abrazo y la promesa de no hacer preguntas. No me va bien ni mal, pero al menos se que todavía puedo ser una bolsa de plástico elevada por el aire, un día cualquiera, en una ciudad cualquiera, a una hora cualquiera, y soñar.
Esa noche, antes de ir a dormir, saqué muchas veces el seis, el cinco, el cuatro, el tres, el dos, el uno. Esa noche me quedé dormido apretando el dado con una mano y agarrando la mano de mi madre que se había quedado a dormir conmigo.

2 comentarios:

  1. estoy con "serpiente que pudo ser mujer" preciosso.. solo alguien que tiene su interior "precioso" podria escribir algo asi..y q s

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