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miércoles, 26 de mayo de 2010

Aeropuerto


Llegué al aeropuerto en metro.

Es un lugar curioso el metro. Es un lugar donde las personas hablan con miradas, donde casi nunca entra en juego la palabra. El metro sirve para enamorarse perdidamente de esa chica de vaquero y camiseta que se convierte en el centro del mundo durante cuatro paradas. También sirve para pensar, para ponerse en la piel de los demás. En la piel de la inmigrante que regresa a casa para seguir trabajando, en la del estudiante al que le brillan los ojos, en la de la persona mayor que regresa del baile...



La parada de metro del aeropuerto parece un metro hecho para maletas. En realidad, son ellas las que hablan por nosotros. Quizá no pueda conocer a una persona mirándola a la cara, pero si por lo que lleva en su maleta. Sin embargo, para mi viaje no me hacen falta maletas, así de paso nadie me conoce.


No fuimos muy originales. Quedamos en el meeting point del aeropuerto. En realidad, es un buen lugar para quedar, es tan obvio ese punto que la mayoría de la gente lo cambia cuando quiere quedar con alguien.


No había nadie cuando llegué al punto de encuentro. Aún era pronto, pero ya comenzaron a pasear las hormigas por mi estómago. Llegué antes a propósito porque me encantan los aeropuertos. No sé si a vosotros os pasará igual que a mí. El día que sé que voy a montar en avión es un día especial. No lo hago muy a menudo por lo que se convierte en un hecho casi extraordinario, sin embargo, siempre que he volado el aeropuerto está lleno de personas. Personas que hacen colas para facturar, personas que duermen en incómodos asientos metálicos, personas que visten uniformes...personas al fin y al cabo.


¿Quién miró primero a quién? Que más da. ¿De dónde había salido? Que más da.


Nos miramos durante una hora y media. Mientras la miraba escribía notas en mi cuaderno. Notas infantiles. Una de esas notas la escribí en el centro de una página en blanco.


- Mañana nos vemos en el meeting point del aeropuerto, a las 11. El destino será la próxima salida prevista en el panel.


Me quedé mirando esa página blanca con aquellas palabras formando un círculo. ¿Y si era valiente y le daba esa página? Me costó decidirme lo que tardé en beberme una heineken. Quería salir de aquella ciudad, perderme unos días y gastarme lo que Hacienda me había devuelto inesperadamente. Recogí mis cosas de un modo extrañamente lento y confuso. Arranqué la hoja y la arrugué. Dejé mi cuaderno en la mesa como si se me hubiera olvidado por si ella tenía alguna duda sobre mi propuesta y pudiera conocerme a través de él. Intenté borrar de mi cara la expresión de loco que pensé que llevaba puesta desde hace un rato y le entregué aquella bola de papel arrugado. Asintió con la mirada y la guardó en su bolso.


Pasé toda la noche pensando que tenía que hacer ahora. ¿Ir al aeropuerto? ¿Ir y mantenerme escondido para no fracasar del todo? ¿Ir con mi mejor traje? Iré con mi vaquero más viejo y mi camiseta más gastada, que todo el mundo dice que es gris, pero yo sé que aún es negra. Esa fue mi decisión antes de caer doblado en el sofá por el sueño y por el ron que había bebido.


Ahora ya no es pronto. Ya son las once y cuarto. Llegado a este punto comienzo a burlarme de mí mismo, pero me doy cuenta de que reírme de mí mismo me sienta muy bien.

Diez minutos más tarde habíamos perdido ya la oportunidad de viajar dos veces a Londres, una a Birmingham, pero sobre todo habíamos perdido el vuelo a Amsterdam. Creo que habría estado bien viajar con esa chica a Amsterdam o eso imagino, igual ni siquiera fuma.


El próximo vuelo es para Casablanca. Bueno, no es lo más bonito de Marruecos, pero al menos se come bien, y siempre podemos alquilar un coche para ir a Marraquech. ¿Pero qué hago analizando el destino? ¿No quedamos en qué el destino no importaba?


Colonia, Helsinki (no llegues ahora, es carísimo y Hacienda no me dio para tanto) Ibiza () Valencia (¿y si ella es de Valencia?)...


Las voces del aeropuerto anunciaban la próxima salida a Riyadh...ufff Arabia Saudita ¿Qué se puede hacer allí? Estaría genial, un destino desconocido, una mujer desconocida...mientras pensaba se cerró el vuelo para Riyadh..


Me tocaron la espalda dos dedos llenos de seguridad. Ha venido.

Sólo sonreímos, miramos juntos el panel y volvimos a mirarnos con cara de incredulidad. El azar nos llevaría a Jeddah. Creo que los dos dudamos por un momento, porque en realidad no teniamos ni idea de adonde íbamos hasta que compramos los billetes y una simpática azafata, mirándonos con cara de confusión, nos dijo a donde íbamos a viajar. Pero en realidad tampoco sabíamos nada de nosotros.


Me llamo... Yo soy...


Antes de despegar ella me devolvió el cuadernos que intencionadamente dejé en la mesa del irlandés.


- No hace falta que me des pistas, me gustas. Y ahora, abrázame que me da miedo volar.


La abracé porque en realidad a mi también me da miedo volar, aunque me gusta hacerlo porque volar significa salir de la rutina, significa que ese día es extraordinario.


- Abrazame fuerte también tú, a mi también me da miedo volar.



2 comentarios:

  1. de donde sacas tanto?

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  2. Precioso. Supongo que será un relato, pero en serio que lo has contado tan bien y natural que parece que lo has vivido, ¡y qué os lo habéis pasado muy bien! es que tiene que ser la caña realizar una aventura así....
    Me encanto.

    Besitos.

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