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jueves, 20 de mayo de 2010

Desconocidos

Nos sentamos en una de las terrazas del puerto. Tuvimos suerte, las terrazas eran un hormiguero, sin embargo, aquella mesa quedó vacía justo cuando llegamos, no tuvimos que esperar.
Aún podía sentir el sol en mi piel. Dos duchas y mucha leche hidratante no consiguieron calmar del todo el calor que mi cuerpo había recibido después de haber estado todo el día en una cala del norte de la isla. Tú tenías la suerte de tener la piel morena. Mientras que en mi cuerpo el sol se quedaba fijado en los poros, en tu cuerpo la luz del sol resbalaba, como si en lugar de rayos de sol recibieras gotas de miel.
Pedimos coronitas con tequila. Nos gustaba sentir el frío amargo del sabor de la cerveza que llega después del fuego del tequila que se queda prendado en el borde de la botella.
Nos sentíamos relajados, y también un poco extraños entre tanta gente guapa. Ibiza es como un espejo mágico. Todo el que se asoma a su reflejo se siente más guapo, más cómodo, más relajado, más feliz. En los bares del puerto no cabía la infelicidad. Nosotros mirábamos alrededor con curiosidad. ¿Cómo nos mirarán a nosotros? Tu vestías aquella sábana blanca resucitada en vestido y un pañuelo fucsia a la cintura, nada más. Tus rizos limpios y tus pies descalzos. Yo llevaba mi vaquero mas roto y viejo y la camiseta de nuestro primer concierto.
Nos hablábamos con los ojos, no tuvimos necesidad de hablar, estábamos muy cómodos.
De algún modo percibimos que estábamos en un lugar especial. Sentimos las miradas de los demás en nosotros y nosotros íbamos repartiendo nuestras miradas al azar. Veía pasar la imagen de hombres desconocidos a través de tus pupilas. Tus pupilas se convirtieron en una de esas máquinas donde las imágenes pasan rápidamente hasta que finalmente se queda fijada en un lugar.
Esta vez el lugar donde se detuvieron tus pupilas era un chico que estaba sentado solo. No había visto a ese chico hasta que lo vi en tus ojos. Bebía tranquilamente una heineken. Parecía disfrutar de su soledad en un lugar lleno de gente.
Tus ojos llamaron mi atención. De tus ojos llegué a las líneas de tus labios que esbozaron una sonrisa cerrada. Bebiste un largo trago de tu cerveza con tequila y te levantaste. Sentí curiosidad y algo desconocido me hizo temblar por un segundo. Vi como te alejabas y te sentabas en la mesa del chico que estaba solo. Acabé mi cerveza y pedí un mojito. Pasase lo que pasase quería saborear aquella escena con lentitud, y los mojitos no sólo se beben sino que se paladean en forma de grano de azúcar morena o hielo picado.
Me dispuse a ver la escena. Me gustó tu forma de agarrar sus manos haciendo que el chico se sintiera sorprendido, me gustó tu forma de fumar, tu forma de escucharle, la forma en que lo besaste, me gustó que no me buscaras con la mirada cuando desaparecisteis camino del baño, me gustó imaginaros...sentí placer en tu placer.
Regresaste a la mesa con una sonrisa. Yo te esperaba con mi mojito a medias y una cerveza con tequila nueva para ti. Tomaste un trago corto y me miraste. Sentí tu tequila en mi lengua.
Antes de acabar nuestras bebidas apareció una mujer que se sentó junto al chico que bebía una heineken y le dio un cariñoso beso en los labios. Tú y yo nos miramos, las carcajadas nos ganaron y decidimos dejarnos llevar por la isla.

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